El precio de no pensar
Si renunciamos a nuestra responsabilidad de pensar, alguien lo hará por nosotros.


En nuestros tiempos el no pensar parece ser un bien preciado. Con frecuencia escucho en mi oficina de psicoterapia que las personas esperan con anhelo ese momento en el que puedan no pensar. Llegan del trabajo y agarran los juegos de video para no pensar, navegan por las redes sociales sin rumbo para no pensar, duermen en exceso para no pensar o usan drogas y alcohol para no pensar.
Tal parece que pensar se ha convertido en una actividad muy pesada y onerosa. Hay que buscar, por todos los medios, no pensar. A aquellos que piensan se les desalienta con frecuencia diciéndoles: “no pienses tanto”, “no estés siempre pensando, “deja eso y pensamos en otro momento”.
En realidad uno siempre piensa. El cerebro nunca deja de trabajar. Uno siempre piensa en algo. La gente que busca actividades para no pensar, en realidad están buscando actividades que le permitan no originar ideas, no reflexionar, no analizar, no pasar juicio y no aprender.
Ciertamente esas actividades requieren esfuerzo mental y hay ocasiones en que necesitamos descanso, pero no me refiero al justo y necesario descanso. Me refiero a tener el hábito de no pensar y evadir la responsabilidad de pensar.
El problema es que vivimos en un mundo de ideas. Todo lo que ocurre tiene una filosofía, una ideología o un sistema de creencias que lo sustenta. Las ideas no surgen de la nada, alguien las piensa. Si decidimos no pensar, en realidad estamos delegando a otros que piensen por nosotros y, mientras nosotros estamos evadiendo pensar, ellos imponen sus ideas y transforman el mundo sin que nosotros tan siquiera nos demos cuenta.
René Descartes dijo: “esto que soy no es el cuerpo, sino una sustancia cuya esencia consiste en pensar”. De ahí que dijera su frase más famosa: “pienso, luego existo”. Para Descartes, la capacidad de pensar es la esencia misma del ser humano.
Probablemente, la razón principal por la que los seres humanos están dejando de pensar es porque nos resulta más cómodo delegarle a la inteligencia artificial que piense por nosotros. El problema es que la inteligencia artificial no existe como inteligencia en sí. La inteligencia artificial es solo un conjunto de algoritmos programados por seres humanos que imprimen en esa programación sus ideas, su visión de mundo y su agenda de futuro.
La inteligencia artificial no fue creada para ayudar a los individuos sino para controlarlos. La oferta de que la tecnología venga a potenciar al hombre y aumentar sus capacidades es una mentira. Si el ser humano deja de pensar, entonces, pierde esa esencia que lo humaniza y termina siendo un autómata manejado por la tecnología.
En el momento en que el hombre renuncia a pensar, se intercambian los roles; el hombre ya no controla a la máquina sino que la máquina controla al hombre. Por supuesto, cuando hablamos de la máquina, nos referimos a aquellos cerebros que están detrás de la programación de ellas.
El hombre es mucho más que un cuerpo biológico. El apóstol Pablo dijo que “fue hecho el primer Adán alma viviente” (1Corintios 15:45). No es solo un ser que respira y camina, es un ser que tiene sentimientos y conciencia, es un ser que porta la semejanza del Dios que lo creó y que tiene la capacidad de relacionarse con ese Dios y con el resto de la creación.
Desarrollemos amor por la tarea del pensamiento y reconozcamos el privilegio que tenemos como raza humana de tener una capacidad de pensamiento tan asombrosa. Hemos sido dotados de una maravillosa inteligencia en la cual radica la esencia particular de cada individuo. Abracémonos a la tarea del pensamiento, disfrutemos el estudio y la reflexión, asumamos esa responsabilidad que es tan personal y que debería ser indelegable.
Si renunciamos a nuestra responsabilidad de pensar, alguien lo hará por nosotros. Así, mientras nosotros perdemos nuestro tiempo en entretenimientos para no pensar, alguien estará desarrollando las ideas que no queremos y nos serán impuestas por la fuerza. De esa manera, robarán nuestra libertad, robarán nuestra individualidad y robarán la esencia de nuestra humanidad.